El próximo viernes día 5 a las
19,30 horas nos visitará Bernard
Plossu para presentar su libro “¡ Vámonos ! Bernard Plossu en
México”.
El próximo
viernes 5 de septiembre nos visitará el gran fotógrafo francés Bernard Plossu que
presentará en Railowsky su libro "Vámonos. Bernard Plossu en México".
Será a la 19,30 horas . El acto será presentado por Salvador Albiñana,
coordinador del libro y profesor titular de Historia Moderna en la Universitat
de València.
El acto contará
con pequeñas sorpresas como el pase de un breve documental sobre México
realizado por el propio Plossu y una breve exposición con contactos en color de
dicha película. La muestra permanecerá hasta el 15 de septiembre.
También
montaremos una mesa especial con libros de Bernard Plossu, algunos de ellos
inéditos en España. Por supuesto es una gran ocasión para compartir impresiones
con Plossu y que os dedique sus libros.
Solo me queda
agradecer la generosidad de Bernard Plossu que viene "ex profeso"
desde Francia, y la
de Salvador Albiñana que acabará de aterrizar de su
"otro" viaje mexicano, después de inaugurar la exposición de Bernard
Plossu en el Museo de Arte Moderno de México. Si deseáis más información sobre
el libro la tenéis en nuestra página web :
http://www.railowsky.com/3923-vamonos-bernard-plossu-en-mexico-9788415832584.html
Os dejo con el
excelente artículo de la periodista méxicana Laura Cortés que nos habla del
libro y la exposición :
El primer viaje
que Bernard Plossu (Vietnam, 1945) realizó a México en 1965 fue un golpe para
el alma”. Aquí se encontró con unacultura y un entorno cuya“fuerza terrenal” lo
impactaron de inmediato. La belleza de los paisajes recorridos a través de
serpenteantes carreteras, los contrastes entre escenarios
turísticos y
barrios urbanos, así como su avidez por apresar cada instante de la travesía lo
transformarían en uno de los mejores retratistas del espíritu de un país que
describió como sublime.
Procedente de
París, Plossu llegó a México a los 20 años, su equipaje incluía una cámara
Kodak Retina y un objetivo de 50
mm. Lejos estaba de saber que con esos instrumentos se
convertiría en fotógrafo profesional. En la Cinemateca, donde acostumbraba
pasar las tardes, había aprendido el gozo de mirar, con
películas de
Jean-Luc Godard, François Truffaut, Louis Malle y Luis Buñuel. De pronto, se
encontraba en un universo distinto, “viviendo la vida real, no la vida a través
de las pantallas”, rememora el autor francés de origen vietnamitasobre esa primera
travesía en tierras mexicanas.
Deslumbrado, se
dedicó a retratar todo lo que ocurría ante sus ojos, más que lafotografía le
interesaba la vida. Al
final de esa aventura “estaba irreconocible y tenía un oficio: fotógrafo”,
recuerda el creador. Plossu regresó en tres ocasiones más al país que le reveló
su profesión y cambió para siempre su forma
de ver el mundo.
No obstante la
profundidad de la obra realizada y la entrañable relación que estableció con
México, Bernard Plossu ha sido hasta ahora poco apreciado en el país al que
dedicó incontables disparos fotográficos. Para reparar, en cierta medida, esa
omisión Fundación Televisa y Ediciones Turner han publicado el espléndido libro
¡Vámonos!Bernard Plossu en México, que reúne 300 imágenes,
algunas inéditas,
capturadas por el fotógrafo durante sus cuatro viajes por nuestro país en los
años 1965-66, 1970, 1974 y 1981.
“Es un fotógrafo
muy escondido en la historia de la imagen mexicana a pesar de la amplitud de su
trabajo. La idea es dar cuenta de esas imágenes y sacarlo de la sombra, ponerlo
en el mapa de la fotografía mexicana”, registra Salvador Albiñana, editor de la
publicación.
¡Vámonos! revela
también el singular método del fotógrafo viajero por excelencia: “Andar, mirar
y luego fotografiar”. Esta obra es también la guía de la exposición conformada
por 150 imágenes a inaugurarse el próximo 28 de agosto en el Museo de Arte
Moderno. La muestra, con el comisiarado de Albiñana, sedividirá en cuatro
secciones correspondientes a cada uno de sus viajes.
ESTÉTICA
BEAT/HIP
Bernard Plossu
se desplazó a México para vivir con sus abuelos maternos,refugiados de
Indochina, e iniciar sus estudios en la Universidad de las Américas. Los planes
no llegaron a realizarse: bastaron un par semanas para que el joven parisino
dejara la escuela y el acomodo familiar para emprender un viaje que lejos de
agotarse en la geografía se transformaría en una odisea interna.
Casi
inmediatamente se encontró con un grupo de amigos ávidos, como él, de
experiencias. Sobre los lazos que formó, Albiñana apunta que la mayor parte fue
con estadunidenses, aunque también había franceses, latinoamericanos y, por
supuesto, mexicanos como Guillermo Olguín, quien fue su guía por el país. “Los
registros, las experiencias y las inquietudes de esos jóvenes oscilaban entre
el ocaso beat y el preludio hippie, unidos todos ellos por su vinculación a los
movimientos contra la guerra de Vietnam, por el consumo de mariguana y el
desenfado amoroso”.
Durante los 15
meses posteriores, se volvió un “trotamontes” que un día deambulaba por la
capital y otro transitaba por carreteras con rumbo a Michoacán, Guerrero,
Oaxaca o Chiapas. “¡Nos íbamos en cualquier momento, a donde fuera,
improvisando siempre, con los coches llenos! Lo mismo a Acapulco,
donde dormíamos
en la playa, que al magnífico Guanajuato, a San Miguel de Allende, a Uruapan...
Lo que menos buscábamos era un destino preciso. Nos íbamos para irnos, para
vagar; la aventura tenía que ser total, siguiendo el instinto”, registra Plossu
en uno de los textos del libro ¡Vámonos!
México fue para
el creador francés el escenario donde todo era posible y en su empeño por
eternizar el momento destinó cientos de rollos fotográficos a registrar su
travesía. Aquel fue un viaje de iniciación en el que, recuerda, se encontraba
“en un estado fotográfico constante”. Las imágenes capturadas durante
aquellos
recorridos que se antojaban inacabables tienen algo en común, según describe
Albiñana, también historiador de la Universidad de Valencia: “Una suerte de
mirada interior maravillada ante el esplendor de la propia vida: el
descubrimiento de la amistad, de la libertad y la belleza; una extraña luz de
serenidad y de confianza, aún no dañada por la frustración de los paraísos
perdidos de una
generación que se adoraba a sí misma y que creó algo nuevo y glorioso: la
juventud”.
La bitácora
visual de ese primer viaje se compone en gran medida de imágenes de sus
cómplices de aventura: aparece Bill Coleman, quien lo inició en la cultura
beat; las largas piernas de su amiga Karina Schimdt, Guillermo Olguín y Mari en
la playa de Zipolite, Oaxaca; la boda de Taide, su vecina. Se advierte también
en esas instantáneas una mirada sensual hacia los gestos de las mujeres:
rostros,
cuellos, peinados. Carreteras y automóviles son personajes siemprerecurrentes
en sus fotografías.
El creador
“escribió” con su cámara un apunte autobiográfico: “La escritura es lo que más
se acerca a mi forma de fotografiar. Yo tomo notas sobre todo lo que veo… la
fotografía es eso: tomar notas. Soy un autor que hace fotos”, dice quien ha
recibido, entre otros reconocimientos, el Premio Nacional de Fotografía en
Francia.
LOS REGRESOS
Ya en 1970,
Bernard Plossu vovió a México con un espíritu diferente al de la primera
visita. Después de algunos años y de muchas travesías había abandonado el andar
beatnik. El creador describió así su mudanza: “La época beat/hip se interrumpió
por sí sola, porque ser fotógrafo y descubrir el mundo me interesaba
más que quedarme
sentado en una bonita playa en la India. Cuando vi que los jóvenes se quedaban en
las playas de Goa en lugar de viajar, decidí dejar todo aquello”.
La serie que
realizó ese año, la cual tituló “Retorno a México”, muestra a un fotógrafo
socialmente comprometido. Como un homenaje a la cinta Los olvidados, de
Luis Buñuel, se trasladó a los suburbios de la Ciudad de México y se enfocó en
los barrios marginales. Su cámara capturó, sin concesiones, la crudeza de una
realidad
implacable vivida por niños y adolescentes de la periferia.
En 1974, en su
tercera visita, recorrió las ciudades de Ensenada y Tijuana. Sus imágenes
revelan lo que significa “estar de paso”. La temporalidad y acritud de vivir
“al límite”. Para Plossu, la frontera, más que una geografía, era “una manera
de vagar sin moverse… el instinto de saber estar. La opción callada de vivir
perdido”, comenta Osvaldo Sánchez, en el texto publicado en el libro ¡Vámonos!
“Trópico
mexicano” es la última serie de fotografías realizadas en México en 1981. Son
imágenes de su cita amorosa en el norte de Veracruz, con Françoise, fotógrafa
francesa que se convirtió en su esposa.
MIRADA PROPIA
Si bien es
cierto que Bernard Plossu no fue el primer extranjero en retratar con maestría
las escenas del México cotidiano, sí puede decirse que fue pionero en eludir
las recurrentes imágenes de los fotógrafos europeos y estadunidenses sobre
México. El autor francés construyó una mirada propia, alejada de prejuicios. No
hay en su fotografía, como bien señala Albiñana, “día de muertos,
volcanes,
enormes magueyes, miserables casas o teporochos olvidados en una acera”.
El blanco y
negro define la mayoría de su obra, pero también ha recurrido al color haciendo
uso de la técnica
Fresson: un proceso artesanal sobre papel carbón realizado
sin transferencias. Sin embargo, ya sea desde los matices del blanco y negro o
desde la infinidad cromática, su fotografía logra la intimidad con el objeto
atrapado por su lente. “No hay azar para el fotógrafo: le toca el
azar que
merece”, asegura a sus 69 años, quien no ha perdido su condición fugitiva de
viajero.
Si
Henri-Cartier-Bresson es el maestro del instante decisivo, el creador viajero
es justamente la contrafigura: “El fotógrafo de los instantes no decisivos”. Su
mirada logró transformar cada escena, por ordinaria que pareciera, en una
imagen relevante, cargada de significado. Su obra es una secuencia de momentos
cotidianos convertidos en poesía. Bernard Plossu es, sobre todo, el fotógrafo
de todos los instantes.
Más información sobre “¡ Vámonos ! Bernard Plossu en México” en :
Trópico Méxicano, 1981 © Bernard Plossu |
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